Antoine de Saint-Exupéry, autor de “El principito”, nos lleva a reflexionar desde las primeras páginas sobre lo cuadradas que podemos llegar a ser las personas. La serpiente boa que se comió al elefante, pero las personas grandes consideran un sombrero y el cordero dentro de la caja son un magnífico ejemplo de lo cerradas que podemos ser.
El aviador nos lo dice muy claro: “las personas grandes nunca comprenden nada por sí solas y es cansador para los niños tener que darles siempre y siempre explicaciones”.
Por eso cobra relevancia la frase que nos regala el zorro páginas más adelante: “… no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos”.
El mensaje de este clásico de la literatura (no sólo infantil) adquiere sentido en el mundo jurídico porque durante siglos las personas que ejercen (y ejercemos) la abogacía nos hemos guiado by the book (por el libro).
Todas aquellas reglas que no estén previstas expresamente en el libro se miran de forma sospechosa. Lo que no está en el libro se ignora, lo que no se nombra, no existe. Nos llenamos de tantos NO.
Lo hemos visto recientemente: No está expresamente previsto el concepto de democracia deliberativa en la Constitución. No hay un procedimiento expreso para investigar a exministros. No hay un periodo establecido para la designación de magistraturas electorales o personas comisionadas del INAI. No está expresamente prevista la invalidez de normas por violaciones al procedimiento legislativo.
Tenemos ejemplos para tirar hacia arriba y nos sobrarían todavía.
Podría decirse que es un debate superado, realmente no lo está. Esta disputa de superar el libro nos llevó a una reforma constitucional en 2017 que obliga a las autoridades a privilegiar la solución del conflicto sobre los formalismos procedimentales.
La reforma y los problemas que vemos actualmente en la sociedad son un llamado de atención para quienes estamos en la judicatura a dejar de ver sombreros en donde hay boas que se comieron elefantes.
Para brindar verdaderas soluciones a los problemas que las personas ponen ante nosotros, nosotras y nosotres es momento de pensar fuera de la caja. Debemos emprender un proceso de deconstrucción, interiorizar que lo esencial es invisible a los ojos (o al diseño normativo en este caso, y la interpretación que se haga de este) para poder brindar respuestas eficaces.
¿Esto significa que la judicatura debe ser activista? Depende a quién le pregunten.
La semana pasada una buena amiga me puso el ejemplo de la nulidad de Ileatenco, Guerrero, aquella emblemática sentencia que invalidó una elección por la comisión violencia política contra las mujeres por razón de género.
Sala Superior confirmó la sentencia de la Sala Regional Ciudad de México. Se declaró que el resultado de la jornada carecía de certeza y si bien se ordenaron algunas medidas de protección, en 2023 aún teníamos noticia de que Ruperta Nicolás Hilario continuaba siendo violentada por su opositor, quien por cierto resultó vencedor en la elección.
¿Bastaba que las Salas del Tribunal Electoral declararan la nulidad y ordenaran medidas de protección o estaban obligadas a darle un seguimiento puntual al caso? ¿Ruperta recibió justicia?
Estas reflexiones surgen por cierto a partir de platicar con una persona que no es abogada y que me invitó a dejar de ser cuadrado y pensar fuera de la caja. Como ella hay muchas más que, incluso dentro de la práctica del derecho, nos llaman a reflexionar que estamos haciendo para solucionar los problemas de las personas.
Gracias, Abril, por invitarme a pensar fuera de la caja, por pedirme alzar la vista del libro. Escribirlo es chocante, confrontativo, pero necesario. En nuestras manos no está una cuestión menor, sino la solución a los problemas de la sociedad.
¿Eso significa que en la judicatura debemos actuar conforme al sentir social, sin importar que en un expediente no tengamos evidencias para declarar la culpabilidad de una persona? ¿Debemos despojarnos de todas las reglas y arrojarnos al terrible monstruo del subjetivismo? Para nada, pero lo que sí estamos llamados y llamadas a hacer es una profunda reflexión sobre en qué casos debemos pensar fuera de la caja para dar soluciones eficaces a problemas reales a los cuales, como instituciones, hemos quedado a deber.
Por: Santiago Chablé