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Ninguna tradición política es más poderosa que el PRI. Nada se identifica más con el carácter y personalidad de los mexicanos que el partido político con los colores de la bandera nacional, aunque le cambien el nombre y lo pinten de guinda, todos saben que, en política, la única forma de operar es al estilo priista. La revolución mexicana, cuya etapa novelesca, para algunos conocedores, inició con Los de Abajo de Mariano Azuela y terminó con Pedro Páramo de Juan Rulfo, se convirtió durante décadas en el sostén de la política nacional. Octavio Paz y Carlos Monsiváis, entre otros escritores mexicanos, intentaron encontrar el móvil de nuestra alma colectiva. Entre otras cosas, cuando se habla de gobierno y gobernantes mexicanos del PRI, sus hijos y nietos, todos semejantes, lo primero con lo que se les relaciona es con la fementida corrupción. Pordiositosanto.
EL PRI TAMBIÉN ES CULTURA. Cuando Enrique Peña dijo: “estoy convencido de que el problema que tenemos para enfrentar la corrupción parte, primero de reconocer, que es una debilidad de orden cultural”, (dicho de otro modo, la corrupción es parte de nuestra cultura), todos protestamos, hasta los corruptos profesionales, cínicos simuladores, se rasgaron las vestiduras rechazando esta versión. Recientemente el propio presidente López Obrador, dijo que “un gobierno sin corrupción no sirve para nada”. Según expertos, lo traicionó la conciencia. Obrador, quien supuestamente intentó sustituir la cultura de la corrupción por la de la honestidad, en su desliz freudiano, reconoció que la corrupción es un mal necesario -a lo que agrega este columnista-, que mantiene unido al pueblo mexicano, contrario a la división que provoca la simulación de honestidad y austeridad de millones.
EL QUE ES MANDADO, NO ES CULPADO. En los últimos 100 años la corrupción ha mantenido unido al pueblo de México, la mayoría la practica en mayor o menor escala, el que paga una mordida, el que la recibe; el que roba luz, el que lo permite; el que simula dar clases, el que simula recibirla; el que hace como que trabaja y el que hace como que te paga; el que evade impuestos, el que lo permite; el que roba y el que calla; el que mata y el que lo permite o alienta; el que miente y el que se deja engañar por interés; el que juró respetar la ley y la viola sistemáticamente todos los días. Si para muchos políticos, intelectuales y cínicos el PRI es sinónimo de corrupción, luego entonces, teóricamente, todos somos el PRI.
LOS RE-PARTIDOS. Las campañas electorales que vemos, son en estricto sentido, un acto de corrupción colectivo necesario y patriótico, diría el más colmilludo de los priistas redimidos. Están fuera de tiempo legal, son extremadamente costosas a costilla de los contribuyentes y en este proceso participan políticos, funcionarios y ciudadanos. Participa el que desvía recursos del gobierno, el que los reparte; los que cobran por asistir a los mítines, los que acarrean, los que niegan que acarrean, los acarreados, los que callan y los que hacen una bulla. Imagínese estimado lector, los mítines, marchas, asambleas informativas, foros y eventos diversos de cualquiera de los aspirantes en campaña organizado con escasos recursos que le prodiga su partido y ejercidos honestamente…serían como marchas fúnebres, velorios o conversatorios culturales.
LA CAMINERA. El juego político de Morena en Tabasco para elegir a su candidato (a) a gobernador(a), muy complicado, por cierto, tendrá repercusiones inéditas en las decisiones que se tomen respecto a las 17 presidencias municipales. En Macuspana, la tierra de Obrador, el ganadero Ernesto Zacarías López, mantiene en alto su estandarte de competir por la presidencia municipal y darle continuidad al programa de gobierno de la 4T. Sabe que es su oportunidad, que los vientos soplan a su favor. Sea por Dios.
POR: Juan José Sánchez Gálvez