Los personajes de algunos libros o algunos autores, pueden ser guías, ídolos o héroes para los escritores noveles o en formación. Pero hay un escritor del siglo XX que parece ser la antítesis de esta teoría: John Fante y su personaje, Bandini.
Ni el autor ni su AlterEgo son ejemplo para vivir una vida de escritor ni en el más romántico de los tiempos. Es más, leer las largas aventuras de Bandini, sería como reparar a conciencia un manual de aquello que no debería aspirar a ser un escritor, entonces, ¿hay que leerlo o no? Hay que leerlo para entender y hacer entender a los jóvenes que todos podemos ser Bandini, pero hay que evitarlo.
Jhon Fante, (1909-1983) fue un italiano que llegó a ser un mediano guionista de películas poco exitosas y XXX en Hollywood, nunca abandonó su sueño de ser un gran novelista y creyó malamente que la «inspiración» se conseguía en los más oscuros rincones de la vida, así, compró todos los medios en su camino para acabar mal y llegó a viejo hecho una piltrafa, tirado en un callejón, sin piernas, ciego. En esta última época, es cuando le dicta a su esposa «Sueños de Bunker Hill» donde trata de explicarse a su mismo y perdonarse por el proceso de autodestrucción por un sueño que en vida no consiguió: ser un gran escritor.
Sin embargo, el motivo por el cual no pasó desapercibido en la historia de la literatura norteamericana, no fue su obra, si no Charles Bukowski, quien leyendo por casualidad la furia contenida en los últimos textos de Fante, le pareció bueno dar una nueva estructura literaria a los escritores de letra refinada. ¡Vaya asunto: un escritor alcohólico recomendando a otro escritor más conflictivo que él, hasta el perro de Fante, «Rocco», lleva por vida un desastre (descrito por si mismo en «Mi perro idiota»).
Así, Jhon Fante y su AlterEgo, Bandini, saltaron a una pronta e inispechada fama con su mejor libro «Pregúntale al polvo» cuyo editor, el mismo a quien persuadió Bukowski para editarlo, afirma que Fante era un tipo carismático, a veces divertido, pero muchas veces insoportable, colérico, depresivo, desquiciado, asolado constantemente por la ruina económica, mal jugador pero perdedor, mujeriego, alcohólico y esa caótica vida le hizo llegar a rastras hasta los 74 años. Los últimos años de su vida, tuvo mejores días gracias a la publicación de sus obras lo cual puso tranquilidad a su bolsillo (se dice que su mecenas pagó las ediciones) y también dio paz a esa bestia interna herida por la difícil vida.
Toda la obra de Fante, se trata de él mismo y su deseo a veces grotesco y violento por ser un gran escritor. El Lev-motive en cada libro son pequeños textos publicados en revistas o diarios insignificantes pero que obsesionan al personaje en verse así mismo como un Premio Nobel, pero cada falso éxito, lo convierte en un barbaján cada vez más obscuro. Cada capitulo en sus libros está lleno de datos autobiográficos sobre los recuerdos de una infancia y juventud caótica, humor vitriólico, violencia, oficios indescriptibles, estafas, peleas, drogas, bebidas.
Finalmente, la obra de Jhon Fante gira alrededor del odio a todo, a sus padres, a él mismo donde el eje central «para ser un escritor, es primero ser una gran calamidad». Por ello, no es difícil imaginar porqué a Bukowski pensó en rescatar a este autor italo-americano: si él mismo era un mal ejemplo de ser escritor, había encontrado por fin a alguien peor.
Por: Edmundo Juárez