Hace 150 días, Bethoven, un perro de 3 años; y su papá Jesús Rivas Oropeza, de 26 años, ambos venezolanos iniciaron la aventura del sueño americano.
Han recorrido a pie, en aventón y en combis seis países: Colombia, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Guatemala.
Desde Juchitán, Oaxaca, ya en territorio mexicano esperan que lo que resta de la travesía sea fácil y puedan llegar a su destino final, Georgia, Estados Unidos, en donde un tío los espera.
De color blanco, el lomito llama la atención por su tamaño pesa 33 kilogramos es cariñoso y juguetón, como típico labrador.
“Hola soy Bethoven, vengo de Venezuela con mi papá. Ayúdame si es que puedes con mis croquetas para seguir a los Estados Unidos. Gracias”.
Se lee en un letrero que carga mientras recorre las calles de Juchitán.
Caminar con un perro no ha sido nada sencillo reconoce su dueño, quien ama a Bethoven.
En el trayecto se lo han querido comprar y adoptar, pero Jesús asegura que “la familia no tiene precio, no se vende, ni se regala”.
Tras su llegada a tierras oaxaqueñas, el migrante ha tenido que vender cigarros para seguir su travesía y comprar comida.
“Al día tengo que tener mínimo 100 pesos, que es para mi comida y la de mi perro, quien ha estado conmigo desde pequeño y no lo puedo dejar. Emprendí la ruta con él y con él entraré a Estados Unidos, de lo contrario no entro”, afirmó.
Con sus dos mochilas al hombro, Rivas que emigró por la falta de dinero y para ayudar a sus padres, hermanos y sobrinos, comparte que migrar no es sencillo, y menos con un perro.
En Panamá caminaron cerca de 200 kilómetros
Compartió que en Panamá caminaron cerca de 200 kilómetros y por momentos parecía no avanzar.
“Ha sido de mucho pensar, de mucho penar, pero cuando llegué a México sonreí, porque es el ultimo país que falta para llegar a Estados Unidos, aunque se me está siendo muy difícil, porque la gente de acá no fácilmente te hablan o te ayudan”.
Una de sus preocupaciones era su celular que se descompuso en el camino, sin embargo, la ayuda solidaria de Gladiola Ramos y su esposo Juan Marcelino Sánchez, habitantes de Juchitán, quienes le pagaron el arreglo del aparato, le regresó la sonrisa.
Y es que desde las redes sociales, a través de su cuenta de Instagram y TikTok, Jesús comparte su viaje con Bethoven, con el objetivo de recibir ayuda para seguir su camino y comprarle alimento.
En Venezuela alimentar a un animal de compañía es caro
Sonriente y con espíritu conquistador, Rivas Oropeza cuenta que salió de su país por la falta de trabajo; allá era comerciante. Lo más lamentable dijo, es que la comida para los perros es cara y no le alcanzaba.
“Un kilogramo de croquetas cuesta 10 dólares, cerca de 160 pesos, lo cual es muy caro, y no podía tampoco dejarlo con mis padres, porque ellos no tienen dinero, además se pondría triste y yo también, ya nos acostumbramos mucho, lo tengo desde que nació”.
La falta de oportunidades laborales y la responsabilidad de apoyar a sus hermanos menores, obligó al joven a migrar, lo cual se ha convertido en un acto muy común del pueblo venezolano.
Crisis “tremenda” en Venezuela
“Allá todo es caro, todo es violencia, por eso es que migramos. Es triste lo que pasa, a nuestros gobiernos entre más nos vayamos mejor, las riquezas las reparten entre los que más tienen, estamos en una crisis tremenda”.
Esperan un aventón para poder llegar a la capital de Oaxaca -que se ubica a 250 kilómetros, es decir, 5 horas en autobús- ya que las líneas de transportes se niegan a abordar a Bethoven y a su padre. Mientras ambos recorren las calles de Juchitán en busca de ayuda.
Vamos paso a paso, no voy a dejar a mi perro, el sueño americano es de los dos, juntos a todos lados”.
Las huellas de Bethoven conquistan y alivian. La gente y los migrantes lo abrazan, juegan con él, se divierten mientras están concentrados en un corredor de cemento, con 35 grados centígrados, hacinados y esperando seguir su camino.
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FOH