Un estudio dirigido por Mylene Mariette, investigadora de la Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC), ha revelado que las aves expuestas al ruido del tráfico durante su periodo de incubación y después de salir del nido sufren secuelas negativas que perduran a lo largo de su vida, sugiriendo posibles procesos similares en otras especies, incluyendo a los humanos.
Publicado en la revista Science, el estudio destaca la importancia de combatir la contaminación acústica, no solo generada por el tráfico, sino también por la maquinaria ruidosa utilizada en parques y jardines, donde las aves urbanas suelen refugiarse.
Aunque los efectos adversos de la exposición al ruido del tráfico en los animales eran conocidos, los impactos en la fisiología, la reproducción y el desarrollo de las crías apenas habían sido estudiados previamente.
Para comprender mejor estos impactos, Mariette y sus colegas expusieron a polluelos de pinzón cebra australiano a entornos acústicos específicos: grabaciones de ruido de tráfico (a niveles típicos en entornos urbanos) y de cantos de pájaros de su misma especie.
Los resultados de varios experimentos demostraron que las aves expuestas al ruido del tráfico, tanto durante la incubación como después, presentaban problemas de salud en comparación con aquellas criadas en un entorno sin estrés acústico.
Inicialmente, los científicos expusieron huevos fecundados al ruido del tráfico o al canto de otros pinzones cebra, observando que en algunos casos el ruido del tráfico provocaba la muerte embrionaria.
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En un segundo experimento, los polluelos fueron expuestos al ruido o al canto sin la presencia de sus padres, lo que resultó en un crecimiento deficiente y signos más graves de daño celular en los polluelos expuestos al ruido.
Este impacto negativo persistió más allá de la exposición inicial al ruido y se mantuvo visible incluso un año después, cuando las aves eran adultas.
Para determinar si el daño persistía con el tiempo, los investigadores permitieron que las aves se reprodujeran libremente en aviarios, descubriendo que aquellos expuestos al ruido producían significativamente menos crías que los no expuestos.
Aunque aún se desconoce el mecanismo exacto detrás de la nocividad del ruido del tráfico, Mariette advierte sobre la preocupante magnitud del impacto en las aves, especialmente considerando que muchos investigadores creen que las aves cantoras no pueden escuchar sonidos hasta varios días después de nacer.
Finalmente, Mariette plantea la cuestión sobre el impacto del ruido en especies cuyos embriones son capaces de percibir el sonido del tráfico, incluyendo a los humanos, cuyos fetos responden a los sonidos externos en el último trimestre de gestación.
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POR: JTG