Cualquier individuo de principios del siglo XIX, acostumbrado a conservar sus alimentos en grandes recipientes de madera, envoltorios de tela, vasijas con hielo, cajas de sal y bodegas aisladas de plagas, vivió las dudas, incertidumbres y adaptaciones domésticas que representó, la introducción en el mercado, de los alimentos embotellados y enlatados herméticamente.
La impresión de ver un alimento conservado en cualquiera de esos recipientes, era muestra de los avances industriales de la época, que, como cualquier invención, tuvo alentadores y detractores. Esta técnica de almacenaje, originalmente destinada a los miembros del ejército europeo, mejoró significativamente la calidad y la seguridad de los alimentos procesados e introdujo mejores conservaciones para la cerveza, el vino y la leche a como los conocemos hoy día.
Algo parecido sucede en el presente siglo, pues en el sentido de lo expuesto por el canal español “lasexta”, a comienzos del siglo XXI comenzó a utilizarse la impresión 3D de alimentos, esta tecnología se utilizaba principalmente para la investigación y el desarrollo de alimentos para astronautas. A medida que la tecnología se desarrolló, comenzó a usarse en otras aplicaciones, como en el campo médico para crear comidas personalizadas para pacientes con problemas para tragar o digerir y, por supuesto, en el campo culinario.
La impresión 3D de alimentos, como su nombre indica, utiliza este tipo de impresión para crear alimentos en varias formas y diseños. El proceso implica el uso de materiales comestibles, como masa, chocolate o puré de frutas y verduras como «tinta» en la impresora. A estos materiales luego se les da forma a través de una boquilla para crear el diseño deseado.
Si bien la impresión de alimentos en 3D significa que los alimentos se pueden producir fácilmente en una forma y textura deseadas en un tiempo más corto, los alimentos deshidratados y los polvos químicos utilizados como tintas para alimentos, generalmente contienen un alto porcentaje de aditivos alimentarios para estabilizar la tinta y permitir un proceso de impresión más suave.
Es por ello, que la legislación en materia de producción y comercialización de estos alimentos se considera precaria en México, al no contarse con un andamiaje legal que, después de haber formulado los estudios correspondientes, permita su consumo seguro y regulado.
El futuro aparece vertiginoso, indomable, y tan cerca de detenerse como el agua entre las manos, por eso, con firme convicción de duda, deben someterse a juicio de razón, esta clase de invenciones, para sujetarse así, a un escrutinio que redunde en una verdadera mejoría en nuestra calidad de vida.
Por: Adán Alonso