En Oaxaca, el mezcal trasciende como bebida: es un emblema cultural que se degusta con un ritual único, donde el vaso de veladora, originalmente usado para ofrendas religiosas, se ha convertido en un símbolo distintivo. Este recipiente de vidrio, robusto y de boca ancha, es ideal para apreciar los aromas y sabores del destilado, pero su origen está envuelto en historias que combinan tradición, reciclaje y un toque de picardía.
Dos versiones explican cómo los vasos de veladora se integraron al consumo de mezcal. Una, más audaz, señala que en el pasado se tomaban de iglesias tras consumirse las velas, limpiándolos para usarlos como “caballitos”. La cruz en el fondo de estos vasos dio pie a la expresión “hasta no ver la cruz”, ligada al ritual de beber. La otra teoría, más práctica, apunta a que los hogares oaxaqueños reutilizaban estos vasos tras quemar veladoras compradas al inicio del año, encontrando en ellos un recipiente perfecto para el mezcal. Ambas historias reflejan la creatividad y el arraigo cultural de Oaxaca.
El diseño del vaso de veladora favorece la experiencia mezcalera: su boca amplia permite captar los aromas, mientras su grosor mantiene la bebida a una temperatura ideal. Expertos recomiendan “tomarlo a besos”, con sorbos pequeños que intensifican la degustación. Similar a la jícara de bule, otro recipiente tradicional, el vaso de veladora enriquece la conexión con el mezcal, un destilado que, según la Secretaría de Economía de Oaxaca, sostiene a más de 16 mil personas directamente y ha crecido un 173% en los últimos años.
La Denominación de Origen del Mezcal, otorgada en 1994, ha elevado su prestigio, llevándolo a mesas internacionales. Más allá de su origen, el vaso de veladora no solo es funcional, sino que encarna la historia y la identidad de Oaxaca, fusionando lo cotidiano con lo sagrado en cada sorbo.
TE PUEDE INTERESAR: Marina activa el Plan Nacional de Contingencias Nivel III, tras derrame de hidrocarburo en río Pantepec
FOH










