Estados Unidos ha reforzado su presencia militar en el Caribe y el Pacífico latinoamericano con buques, aeronaves F-35, submarinos de ataque nuclear y tropas especiales. Este despliegue se enmarca en la iniciativa ‘Lanza del Sur’ y en operaciones contra el narcotráfico.
Desde agosto, la región se ha convertido en un escenario de expansión militar sin precedentes en décadas. Se han desplegado destructores, aerodeslizadores anfibios y drones de vigilancia para reforzar la capacidad operativa estadounidense.
Según el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), más de 10.000 tropas, incluyendo marines y personal de apoyo, se encuentran desplegadas en la zona. Además, al menos 170 misiles Tomahawk están listos para ser utilizados desde barcos o submarinos.
El portaaviones USS Gerald R. Ford duplicó prácticamente el movimiento naval. Puerto Rico se consolidó como plataforma estratégica para ejercicios de desembarco e infiltración, incluyendo el uso de helicópteros y cazas F-35B.
Aunque la Administración Trump presenta el despliegue como parte de la lucha contra el narcotráfico, analistas señalan que la magnitud de las fuerzas podría permitir operaciones más amplias, incluso para presionar al Gobierno de Nicolás Maduro.
Las capacidades aéreas y navales estadounidenses permiten ataques limitados, aunque no se cuentan con fuerzas terrestres suficientes para una invasión a gran escala.
El despliegue se acompaña de alianzas y cooperación regional. Trinidad y Tobago, Guyana, Panamá, Puerto Rico, Granada y República Dominicana han permitido maniobras, ejercicios conjuntos y uso de infraestructura militar o civil.
Ecuador, Paraguay y Argentina respaldaron la estrategia antidrogas y declararon al Cartel de los Soles como organización terrorista internacional.
Hasta ahora, el Ejército estadounidense asegura haber hundido una veintena de embarcaciones y causado la muerte de unas 80 personas en operaciones contra el narcotráfico.
Estas acciones forman parte de un despliegue estratégico que combina armamento avanzado, bases militares y alianzas regionales, reafirmando la influencia de EE.UU. en el Caribe y el Pacífico latinoamericano.
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