La arquitectura es una de las disciplinas más antiguas de la humanidad. Surgió de la necesidad básica del ser humano de refugiarse del clima, protegerse de peligros y organizar su vida en comunidad. Desde las primeras construcciones hechas con ramas, barro y piedra, la arquitectura ha acompañado la evolución de las civilizaciones.
Las primeras formas arquitectónicas datan del Neolítico, cuando los grupos humanos dejaron el nomadismo y comenzaron a establecerse en asentamientos permanentes. Ejemplos notables son Göbekli Tepe en Turquía (c. 9,000 a.C.) o los dólmenes y menhires megalíticos de Europa occidental, que mezclaban función con significado espiritual.
Te puede interesar: EE.UU. denuncia que cárteles ofrecen 10 mil dólares por matar a agentes de ICE
Con el tiempo, las culturas antiguas como la egipcia, mesopotámica, griega y romana llevaron la arquitectura a nuevos niveles, no solo por su funcionalidad sino por su carga simbólica, estética y política. Las pirámides, templos, palacios y anfiteatros no solo eran espacios habitables: eran expresiones del poder, la fe y la identidad de cada civilización.
Durante la Edad Media, el arte gótico transformó catedrales en monumentos de luz y altura. El Renacimiento retomó la proporción clásica y el humanismo. Y ya en los siglos XIX y XX, la arquitectura abrazó la revolución industrial, el urbanismo moderno y nuevas corrientes como el funcionalismo, el brutalismo y el minimalismo.
Hoy, la arquitectura combina arte, ciencia, tecnología y conciencia social. Va más allá de construir: transforma espacios, refleja culturas y mejora la calidad de vida.
Celebrar su historia es entender cómo, desde sus inicios más humildes, ha sido una constante en la evolución del ser humano.
Por: Wen Landero











