En los últimos días la polémica se ha tornado respecto a la construcción de un nuevo museo en el área del Parque Museo La Venta. Por tal razón decidí visitarlo nuevamente, algo que no hacía desde hace ya varios años. Llegué al estacionamiento del museo (el cual cuenta con alrededor de 30 espacios) para luego caminar a la taquilla. Ahí pagué mi boleto, 55 pesos para locales adultos y 63 pesos para turistas de otro estado o país. El museo recibe aproximadamente 500 personas por día (dicho por personal del museo), lo que representaría 15,000 visitantes por mes, 180,000 al año.
Lo primero que encontré entrando al parque fue la venta de productos tabasqueños, comida y artesanías para el deleite de los visitantes, para que los turistas puedan disfrutar de productos que no hay en donde viven. Seguí mi camino, vi los monos, patos, lince, pavo reales, venados, pecarí de collar, serpientes cocodrilos e insectos; pero como siempre lo que más me ha maravillado y lo sigue haciendo, es el poder ver libres moviéndose por todo el parque a los coatíes que pasan frente a ti, a tu lado, por detrás, te observan cambiando los papeles siendo uno el observado y no al revés.
Durante mi paseo platiqué con diversas personas y tocamos el tema del nuevo museo del que se habla en redes. Casi todos, sino es que todos, además de no querer que se modifique el parque, externaron la necesidad y pronta atención al deterioró que se presenta en ciertas partes del parque como el aviario y la zona de reptiles por ejemplo.
Sin en embargo, al seguir mi camino, llegué a ese punto donde tu mente descansa y se vacía, un puente que te permite cruzar a donde está La Magia de la Venta, donde el mismísimo Carlos Pellicer Cámara te da la bienvenida acompañado de esa impresionante ceiba que lo acompaña cada lluvia, cada noche, cada día.
De ahí en adelante todo es naturaleza, plantas, árboles, coatíes, monos, oso hormiguero, tlacuache, mapache y ardilla tropical, todos viviendo libres en un área protegida del tiempo y de los humanos sin darse cuenta; estar ahí es un viaje en el tiempo a través de la evidencia del pasado, obras de personas como tu y como yo que vivieron hace más de 2,000 años; y tal vez en 2,000 años más, alguien hablará y pensará de la misma manera sobre las maravillas que hicimos nosotros en nuestro tiempo (espero).
A la mitad del camino encontrarás un pequeño museo con información actualizada y disponible tanto de manera tradicional (escrita) como en tu teléfono mediante lectura de QR’s; verás fotografías espectaculares de cuando descubrieron las primeras cabezas Olmecas en la Venta Tabasco y en Veracruz, de las personas que estuvieron investigando y de cómo las encontraron.
Seguí adelante con la naturaleza, flora y fauna como compañía, apreciando cada obra hasta llegar a los puentes colgantes casi al final del paseo. Pero es ahí donde está lo más esperado, esa monumental “Cabeza Olmeca” con más de 2,000 años y de 50 toneladas de peso, que habla de lo grandioso de esa civilización y de la cual seguimos hablando.
Termine mi viaje charlando agradablemente con uno de los comerciantes que estaban a la entrada del parque y disfrutando de dos deliciosos vasos de pozol (uno de cortesía cabe agregar), en donde como tabasqueños siempre arreglamos el mundo, principalmente Tabasco, para terminar despidiéndonos con un hasta pronto y para seguir nuestro camino hacia esos 2,000 años más como tabasqueños, mexicanos y humanos.
Si hoy me preguntan sobre la polémica respecto al Parque Museo Tabasco, que siga así de hermoso para siempre, con el mantenimiento requerido desde luego; si hay un nuevo proyecto, que nos lo muestren a los tabasqueños para ver sus ventajas y desventajas, para que todos podamos dar un punto de vista con más información y tomar una decisión con mayor probabilidad de éxito. Y si de algo no tengo duda, es del amor que han mostrado todos los tabasqueños con las diferentes expresiones que han realizado en torno a este lugar mágico, nuestro Museo Parque la Venta.
Por: Alejandro Frías










