Una notificación, un mensaje, el reloj vibra, el celular también, se abren pestañas, se cierran chats, se actualiza el correo. ¿Cuántas veces al día miras tu pantalla sin darte cuenta? ¿Cuántas veces te prometes una pausa que no llega?
Hace un mes en la oficina, pegamos unas tareas con un reto para salir de nuestra zona de confort haciendo algo distinto cada día, todo parecía sencillo, menos uno, desconectarnos de lo digital por un día completo, intenté dejar mi teléfono encerrado en un cajón, como si fuera una bestia salvaje que debía domar. Pero apenas unas horas después, empecé a sentir ansiedad. ¿Y si pasaba algo en el trabajo? ¿Y si alguien necesitaba una respuesta urgente?. El experimento, que empezó como un acto de cuidado personal, se convirtió en una especie de castigo autoimpuesto, sentí culpa, sentí miedo.
Y ahí, justo en ese punto, me pregunté: ¿realmente es posible desconectarnos del todo?, ¿Cuándo fue la última vez que estuviste solo contigo mismo, sin una pantalla en medio?, ¿ Y más importante aún, queremos hacerlo?
La respuesta, al menos para mí, es compleja. Trabajo con redes sociales todos los días, desde que llego a la oficina hasta que me duermo, mi celular es una extensión de mi cuerpo, gestiono proyectos, contesto correos, coordino tareas, creo contenido. El teléfono vibra, y mi atención vuela, Ya ni siquiera tengo que pensar; mi cuerpo reacciona solo.
Pero no soy el único, según un estudio de Domínguez Torres y Rojas Solís (2024), los profesionales que no logran establecer límites claros entre el tiempo de trabajo y el descanso digital experimentan mayores niveles de estrés, ansiedad y agotamiento emocional, y creo que no se trata de una exageración..
La tecnología no es el enemigo. Al contrario, nos ha acercado a personas que están lejos, ha democratizado el conocimiento, ha abierto oportunidades antes impensables. En mi caso, me ha permitido trabajar de forma más ágil, colaborar con personas de otros lugares, aprender cosas nuevas cada día, no quiero romantizar el pasado ni renunciar a la tecnología. Sería contradictorio. Pero quiero pensar que existe una forma más saludable de vivir con ella. Una forma donde desconectarse no signifique desaparecer, sino volver a uno mismo.
Porque si cada vez que intento estar presente me gana una notificación, tal vez no necesito apagarlo todo. Tal vez solo necesito recuperar el control, lo que me hace hoy sentido la frase de Octavio Paz:
“La modernidad no está en el futuro, sino en la conciencia del presente.”
Tal vez lo más moderno que podemos hacer… es mirar más profundo y elegir cuándo estar en línea y cuándo no.
Autor: Erick Canul Rodríguez











