México está dando un paso que podría marcar una nueva era para el país: la construcción de Coatlicue, la supercomputadora pública más grande y poderosa de América Latina. Una apuesta estratégica que coloca al país en el mapa global del supercómputo, un territorio históricamente dominado por naciones como Estados Unidos, Japón, China, Alemania, India, Francia o España.
La máquina tendrá capacidad para procesar datos a velocidades nunca antes vistas en México, abriendo la puerta a avances científicos, económicos y tecnológicos que podrían transformar sectores completos: salud, energía, agricultura, movilidad, seguridad, ciencia climática y combate a la corrupción.
Pero, como todo gran proyecto, también abre interrogantes profundas que deben ser respondidas con responsabilidad y transparencia.
Avance histórico: México entra a la liga mayor del supercómputo
Coatlicue representa:
Capacidad para resolver problemas públicos que hoy requieren meses de cómputo.
Herramientas para modelar el clima, anticipar desastres y fortalecer la gestión de riesgos.
Análisis masivo de imágenes de subsuelo para mejorar exploración energética.
Planeación científica de siembras, cosechas y optimización hídrica en el campo.
Procesamiento de grandes volúmenes de datos fiscales y aduanales para combatir corrupción y evasión.
Impulso a la innovación con servicios de cómputo para emprendedores, universidades y centros públicos.
Y lo más importante:
México formará talento propio, que ya se prepara en centros especializados de supercómputo en el extranjero, creando una generación de científicas, ingenieros y especialistas capaces de operar equipamiento de alto rendimiento y desarrollar investigación estratégica.
Es, sin duda, un proyecto que posiciona a México en un nivel de soberanía tecnológica que históricamente le había sido ajeno.
Pero surge la pregunta que no se puede aplazar: ¿cuánta agua requerirá este gigante?
Toda supercomputadora de alta capacidad necesita sistemas complejos de refrigeración, y esos sistemas —dependiendo de la tecnología elegida— pueden consumir volúmenes considerables de agua.
En otros países donde se han instalado centros de datos y supercomputadoras del mismo nivel, se han documentado tensiones hídricas importantes:
Comunidades compitiendo por agua con la infraestructura tecnológica.
Agricultores que reportan disminuciones en disponibilidad en ciertas épocas del año.
Ciudades que deben modificar su planeación hídrica por el consumo industrial.
Conflictos sociales por falta de información o falta de regulación.
Por ello, es indispensable saber desde ahora:
¿Cuánta agua consumirá Coatlicue diariamente?
¿Se utilizarán tecnologías de enfriamiento de bajo consumo hídrico?
¿Qué región será seleccionada y qué tan sostenible será la presión hídrica ahí?
¿Cómo se evitará que los centros de datos futuros compitan con comunidades o agricultura?
La misma autoridad ha reconocido que la ubicación depende de criterios como recursos hídricos, energía, sismicidad y conectividad, lo cual confirma la relevancia del tema.
Si México quiere impulsar una revolución tecnológica limpia, debe hacerlo sin poner en riesgo la seguridad hídrica de su población.
¿Y qué pasa con la energía?
Una supercomputadora del tamaño de Coatlicue no solo requiere agua: requiere mucha electricidad.
Aquí surge otra pregunta indispensable:
¿La región donde se instale tiene capacidad energética para sostenerla sin afectar a la población ni al sector productivo?
La transición energética de México —que apuesta por solar, eólica y almacenamiento— deberá acompañar este proyecto para garantizar su sostenibilidad.
Centros de datos: el otro gran pendiente
La supercomputadora es solo la punta del iceberg.
El país planea la expansión de centros de datos públicos y privados que, sumados, pueden crear una nueva presión sobre:
Agua
Electricidad
Infraestructura local
Territorios rurales
Zonas urbanas en crecimiento
Otros países ya lidian con este reto. México tiene la oportunidad de adelantarse y crear regulaciones estrictas, estudios de impacto hídrico y energético, y mecanismos de transparencia ciudadana.
Países que ya cuentan con estos sistemas
México se une a una lista donde ya destacan:
Estados Unidos
China
Japón
India
España
Francia
Alemania
Italia
Corea del Sur
Reino Unido
Todos ellos avanzaron, pero también han enfrentado retos ambientales y sociales que hoy corrigen con regulaciones más estrictas.
México debe aprender de ellos, no repetir sus errores.
Lo positivo: las oportunidades que este proyecto abre para México
Hay que decirlo con claridad:
Coatlicue es un enorme paso hacia la soberanía tecnológica y científica del país.
Entre los beneficios más relevantes destacan:
🔹 Formación de talento nacional
Nuevas generaciones de científicos, ingenieros de datos, programadores, modeladores climáticos y especialistas en IA.
🔹 Independencia tecnológica
Menos dependencia de gigantes digitales extranjeros.
🔹Impulso a la economía del conocimiento
Nuevas empresas, nuevas patentes, nuevas investigaciones.
🔹Fortalecimiento de las políticas públicas
Mejor predicción de fenómenos naturales, mejor administración tributaria, mejor planeación agrícola, mejor combate a la corrupción.
🔹 Desarrollo regional
La zona donde se instale recibirá inversión, infraestructura, empleo y vocaciones económicas nuevas.
🔹Atracción de inversiones globales
Contar con una supercomputadora de este nivel vuelve a México más competitivo para empresas de alta tecnología.
🔹Soberanía de datos
Los datos críticos de México se procesarán en México, no fuera.
El equilibrio necesario: tecnología sí, pero con responsabilidad ambiental
Coatlicue puede convertirse en un símbolo del México moderno, soberano y digital.
Pero también debe ser un ejemplo de cómo hacer tecnología sin comprometer el agua, la energía y los territorios.
Por eso, las preguntas no debilitan el proyecto: lo fortalecen.
¿Tenemos claridad sobre su huella hídrica?
¿Habrá reglas estrictas para centros de datos futuros?
¿Se garantizará energía limpia suficiente?
¿Se formará al personal que el país necesita para operar esta infraestructura?
¿Habrá transparencia para la ciudadanía?
Si México responde correctamente, Coatlicue será recordada como el punto de partida de una nueva etapa:
la del desarrollo tecnológico con responsabilidad ambiental y visión de Estado.
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Por Grace Bravata




