Hay una escena que se repite con frecuencia, aunque parece inofensiva dice mucho. Alguien lee un texto completo, asiente con la cabeza y minutos después, no logra explicar qué leyó, no es falta de interés ni de inteligencia es algo más silencioso y profundo, una falta de comprensión lectora.
Durante años se ha dicho que las nuevas generaciones “ya no leen”. Sin embargo, desde mi perspectiva, el problema no es que no lean, sino cómo leen y en qué condiciones, y lo más inquietante es que este fenómeno no se limita a niñas, niños o adolescentes, también alcanza a quienes crecimos leyendo libros, periódicos o revistas impresas. Las nuevas tecnologías no están creando una brecha generacional en la comprensión lectora; están creando una brecha cognitiva que atraviesa a todas las edades.
La lectura implica atención sostenida, análisis, inferencia y reflexión es una habilidad que se entrena. No es algo nuevo saber que el cerebro, como cualquier músculo se adapta a aquello que practica con mayor frecuencia, hoy gran parte de nuestro consumo de información ocurre en fragmentos, titulares, hilos, mensajes cortos, videos de pocos segundos, notificaciones constantes.
Desde la neurociencia sabemos que la atención prolongada activa redes neuronales distintas a las que usamos para el consumo rápido de información, cuando pasamos horas desplazándonos por pantallas, saltando de estímulo en estímulo, entrenamos al cerebro para reaccionar, no para profundizar y también sería injusto y poco honesto señalar a la tecnología como un villano absoluto ya que gracias a ella accedemos a más información que nunca, democratizamos el conocimiento y abrimos espacios para nuevas formas de aprendizaje. El problema surge cuando el medio sustituye al proceso.
Hoy es común resumir artículos con inteligencia artificial, escuchar audiotextos a velocidad aumentada o consumir análisis de libros que nunca se leyeron completos. Estas herramientas son útiles, pero también nos acostumbran a no hacer el esfuerzo cognitivo que implica interpretar, cuestionar y conectar ideas por cuenta propia. Desde lo que observo, muchas personas confunden estar informadas con haber estado expuestas a información ya que la comprensión lectora no se mide por la cantidad de textos vistos, sino por la capacidad de dialogar con ellos.
Estamos formando generaciones y reconfigurando a las actuales con una gran capacidad de acceso, pero con poca profundidad de análisis, y el mundo está cambiando a tal grado que se volvió complejo, la falta de comprensión lectora no solo está afectando el ámbito académico, impacta la toma de decisiones, el pensamiento crítico y a la participación social, pero la buena noticia es que la comprensión lectora no se pierde de forma definitiva. Se debilita, y como dice mi entrenador, los músculos tienen memoria entonces… el cerebro, aún más. Solo hay que volver a entrenarlo, porque entender no es solo leer palabras, es volver a pensar con profundidad en un mundo que nos exige cada vez más conciencia.




