Dicen que el amor verdadero llega cuando menos lo esperas… aunque ahora lo que llega primero es la notificación de “¡hiciste match!”. Sí, bienvenidos a la era en la que Cupido ya no lanza flechas, sino notificaciones push. Y claro, encontrar pareja en una app es casi tan común como pedir Uber Eats: rápido, práctico y, si tienes suerte, hasta te cae algo bueno.
Pero seamos honestos: las apps de citas son como un buffet barato. Al principio emocionan porque hay de todo, pero terminas lleno de cosas que ni te gustaban. Swipe, swipe, swipe… y al final, ¿qué queda? Un chat muerto con alguien que solo te contestó “jajaja” tres veces seguidas.
Lo sarcástico del asunto es que vendieron la idea de que con estas apps “ibas a encontrar el amor”. Ajá. En realidad, lo que encuentras es a tu ex con otra foto de perfil, a tu vecino que jura ser “aventurero” y a uno que dice medir 1.80 pero que en la vida real no alcanza ni el dispensador de refrescos.
Y claro, están los matches fantasma: esa gente que te da like, te emociona, y luego desaparece más rápido que tu sueldo en quincena. Spoiler: no eres tú, es que en el mercado digital todos somos reemplazables con dos movimientos de dedo.
¿Eso significa que las apps de citas son el infierno en la Tierra? No exactamente. Funcionan, divierten, dan ego trips… pero hay que usarlas sabiendo que el amor ahí es como los nuggets de soya: parecen reales, saben parecidos, pero nunca serán pollo de verdad.
Así que disfrútalas, ríete de las bios ridículas, colecciona tus anécdotas y, sobre todo, no te tomes nada demasiado en serio. Porque sí, tal vez el amor esté a un swipe de distancia… o tal vez solo te toque otro “hola, ¿q haces?” a las 2 de la mañana.
Por: Jimmy David











