Muchas veces asistimos a conciertos donde la gente se amontona sin miedo, hombro con hombro, el calor insoportable, sólo un escenario iluminado y un artista al que apenas se alcanzaba a ver desde la distancia, pero qué importaba, si lo que valía era estar ahí, saltar con los demás y sentir que esa canción que tanto habías repetido en tu cuarto ahora tenía el eco de miles de gargantas acompañándote.
Hoy las cosas están cambiando y lo noto cada vez más, los conciertos ya no se conforman con ser escuchados, ni siquiera basta con ser vistos, ahora quieren que los sintamos en la piel, que nos sumerjamos en experiencias completas, casi como si la música hubiera decidido atravesar todos nuestros sentidos.
La nueva era digital nos está enseñando que los conciertos ya no son solo para ser escuchados ni siquiera sólo para ser vistos, ahora se trata de sentir de sumergirse en una experiencia sensorial donde la música se expande más allá del oído y la vista.
Lo vi con el regreso de ABBA, que logró estar en los escenarios pero sin regresar realmente. Sus hologramas en 3D me hicieron cuestionarme ¿es necesario que el cuerpo esté ahí si el espíritu de la música se manifiesta de manera tan real? Y ahora, en este 2025, los Backstreet Boys deciden presentarse en la Sphere de Las Vegas, una cúpula futurista cubierta de pantallas LED de ultra alta resolución que te envuelven por completo.
Mientras la banda canta, las imágenes flotan sobre nosotros, a nuestro alrededor, proyectando planetas, meteoritos y naves espaciales como si estuviéramos dentro de un universo paralelo, altavoces colocados estratégicamente creando un audio que parece moverse con nosotros junto con escenarios que se elevan acompañados de luces y efectos, como si estuviéramos dentro de un universo paralelo.
Quizás lo más sorprendente es que estos cambios no nos alejan de la música, al contrario, nos recuerdan que siempre hemos buscado sentir más, vivir más, compartir más. Hoy, mientras los escenarios se convierten en universos digitales y los artistas en presencias inmortales, queda en nosotros decidir qué lugar queremos ocupar. ¿Seguiremos buscando esa comunión entre cuerpos sudorosos y abrazos de desconocidos, o nos dejaremos envolver por la perfección sensorial de una experiencia digital? Quizás la respuesta no esté en elegir, sino en aprender a habitar ambas realidades.
Yo confieso que tengo ganas de ver a los Backstreet Boys en la Sphere. No solo porque sería un espectáculo inolvidable, sino porque quiero sentir esta nueva evolución tecnológica. Tal vez, entre luces imposibles, vibraciones que recorren el cuerpo y pantallas que nos atrapan, descubramos que la música no ha cambiado, lo que cambia es la manera en la que nosotros aprendemos a sentirla.
En el fondo, los conciertos ya sean en un estadio, en un teatro, o en una esfera gigante de Las Vegas siguen siendo lo mismo, un recordatorio de que la vida es mejor cuando se comparte.
Por: Erick Canul Rodríguez










