Hablar del narcotráfico entre México y Estados Unidos es hablar de una herida abierta que no se cierra con discursos ni operativos. Es un reflejo brutal de las formas de vida que ambos países han construido: aquí, miles de familias expulsadas de sus derechos más básicos; allá, millones de personas buscando escapar de un vacío existencial.
En México, el campo fue abandonado. Las comunidades rurales fueron empujadas hacia la pobreza extrema por una política neoliberal que durante décadas ignoró a quienes menos tenían. Así, muchos terminaron migrando no solo a otras tierras, sino a un modo de vida impuesto por la necesidad: el del cultivo, la cocina o el traslado de sustancias que se volvieron moneda de cambio para sobrevivir.
En regiones donde no hay clínicas, escuelas ni empleos dignos, sí hay armas, dinero fácil y crimen organizado. Y no es porque lo elijan, es porque el Estado les dio la espalda. Así comenzó el ciclo. Así se normalizó.
Mientras tanto, en Estados Unidos, el consumo de drogas no se da en la sierra ni en la calle de tierra. Se da en suburbios acomodados, oficinas, campus universitarios y hospitales. Se da entre jóvenes presionados por rendir, adultos atrapados en rutinas vacías, y un sistema que privilegia la competencia sobre la comunidad. Allá, se legaliza, se receta, se vende… pero no se produce. Allá, se demanda. Aquí, se muere.
Y sí, la mayoría de quienes trabajan en la producción o traslado son hombres jóvenes, aunque cada vez más mujeres son involucradas, muchas veces como parte de la cadena más frágil. Son madres, hijas, hermanas, arrastradas por la falta de alternativas.
¿Qué han hecho los gobiernos de AMLO y Claudia Sheinbaum?
Andrés Manuel López Obrador cambió el enfoque:
- Atacó las causas con programas sociales masivos como Jóvenes Construyendo el Futuro.
- Puso énfasis en el campo, en los apoyos directos y en la recuperación del control territorial.
- Apostó por la reinserción social y la desmilitarización del discurso, pero con una Guardia Nacional operativa.
Claudia Sheinbaum, como presidenta, ha asumido la lucha con un sello propio:
- En solo seis meses, se han decomisado más de 178 toneladas de droga y millones de pastillas de fentanilo.
- Se han modernizado las aduanas, se reforzó la vigilancia en la frontera norte, y se han agilizado extradiciones clave.
- Se consolidó una coordinación operativa directa entre la Guardia Nacional, Sedena, Marina y Fiscalía General.
- Se fortalecieron los centros de salud mental y combate a las adicciones en zonas de riesgo.
- “Espacios para la Paz”: se recuperan plazas públicas y se transforman entornos urbanos en comunidades con sentido.
- Becas de rescate: Se amplió el acceso a becas para jóvenes en situación de riesgo, especialmente en estados como Guerrero, Michoacán y Zacatecas.
- Escuelas de Código, Cultura y Deporte: una estrategia de largo plazo que busca brindar alternativas de vida en comunidades vulnerables.
Ambos gobiernos han comprendido algo fundamental: esta guerra no se gana con balas, se gana con oportunidades y sentido de pertenencia.
¿Qué se necesita hacer con nuestros jóvenes?
- Prevenir desde la niñez, con educación que enseñe a vivir con propósito, no solo a repetir contenidos.
- Ofrecer alternativas reales: oficios, talleres, cultura, deporte, espacios seguros. Que el narco no sea la única opción visible.
- Cuidar la salud emocional de niñas, niños y adolescentes. Hay que hablar de autoestima, frustración, duelo y resiliencia.
- Enseñar comunidad. Porque un joven que se siente parte de algo, no necesita pertenecer a una célula delictiva.
Consumo en Estados Unidos
- Hoy más del 20 % de jóvenes entre 18 y 25 años ha probado drogas ilícitas en el último mes.
- El consumo de opioides sintéticos afecta a más de 60 millones de personas globalmente; Estados Unidos lidera ese grupo.
- Entre hombres el consumo mensual es cercano al 19 %, y entre mujeres al 15 %.
Familias productoras en México
- En estados como Sinaloa, Michoacán, Chihuahua, Guerrero y Zacatecas, el narcotráfico se convirtió en uno de los pocos motores económicos tras el abandono del Estado.
- La mayoría de quienes trabajan en actividades ligadas al narco son jóvenes de entre 15 y 29 años, con baja escolaridad y sin empleo.
- Cada vez más mujeres se ven involucradas: como halconas, cocineras, transportistas, o incluso liderando células, muchas veces por necesidad o coerción.
Hablar de narcotráfico no es hablar solo de drogas, es hablar de abandono, desigualdad y sobrevivencia. Es politizar la realidad de millones. Porque aquí se produce, allá se consume, pero el futuro se decide en nuestras familias.
Nuestro país no puede seguir cargando con los muertos de una guerra que no empezó. Pero tampoco puede ceder su futuro.
México es tierra fértil, sí, pero también es corazón fuerte, es comunidad, es dignidad.
Y ahí está la clave: la familia.
En cada casa que educa con amor, en cada madre que enseña dignidad, en cada padre que guía con el ejemplo, en cada joven que elige resistir, se siembra la semilla de la paz.
La droga no es el origen, es el síntoma. El cambio no está en la violencia, está en los valores. México no será libre solo cuando se extingan los cárteles, sino cuando cada joven tenga una razón para elegir otro camino. Y esa razón debe nacer en casa.
Por: Graciela Bravata










