Fátima Bosch Fernández camina con paso firme. No solo en la pasarela, sino en la vida. A sus 24 años, la joven que representará a Tabasco en el certamen Miss Universe México está lista para lo que ella misma llama su “cita con el destino”, que se celebrará el próximo 13 de septiembre en la ciudad de Guadalajara.
Detrás de su porte elegante y sonrisa segura hay una historia de lucha silenciosa, de disciplina forjada en los días difíciles y de un amor propio cultivado desde la introspección.
“El que yo participe en un evento de belleza no significa que vaya a usar una máscara o cambiar lo que he sido toda mi vida”, afirma con convicción.
Fátima habla con serenidad, sin poses. Para ella, este concurso no se trata solo de estética, sino de evolución personal. “Me gusta la parte del crecimiento personal, entenderme, hacer introspección para saber qué es lo que debo cambiar”, dice, dejando ver que su preparación ha ido mucho más allá del maquillaje y los tacones.
Su seguridad actual contrasta con recuerdos difíciles. En su etapa escolar, enfrentó el bullying con la misma entereza que hoy la lleva a un escenario nacional. Fue diagnosticada con Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDH) en su infancia, un tema que, aunque desafiante, jamás definió su destino.
Hoy, ese pasado no es una herida abierta, sino parte de una narrativa de superación. Lo recuerda sin dolor, con la claridad de quien ha sanado y transformado sus cicatrices en fuerza.
La preparación para el certamen no ha sido sencilla. Entre rutinas de ejercicio, ensayos, sesiones de fotos y entrevistas, también ha tenido que enfrentar momentos de duda.
Fátima Bosch no busca perfección, busca verdad. Y quizá por eso su participación trasciende la competencia. Representa una voz nueva, fuerte, que cree en el poder de mostrarse auténtica, incluso en un mundo donde la imagen muchas veces parece decirlo todo.
El 13 de septiembre, cuando suba al escenario en Guadalajara, llevará más que una banda con el nombre de su estado. Llevará la historia de una niña que aprendió a mirarse con amor, de una joven que abrazó su historia sin vergüenza y de una mujer que decidió avanzar, con pasos propios, hacia su destino.
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