Hace apenas unos días, las noticias desde Texas me dejaron con un nudo en la garganta. Según CNN, ya van al menos 82 personas fallecidas y decenas desaparecidas por las fuertes lluvias e inundaciones que azotaron el estado, entre ellas 28 son niños. Veintiocho. Mientras escribo esto, me cuesta imaginar el dolor de las familias que no han podido reencontrarse o que han tenido que decir adiós sin previo aviso.
No pude evitar recordar lo que vivimos en Tabasco en 2017, las aguas también lo cubrieron todo, pero con una diferencia, al menos como recuerdo tuvimos alerta previa para salir y rescatar algo. Allá, en cambio, muchos dormían cuando el agua entró no hubo margen. Solo pérdida.
Sinceramente, me gusta más informar sobre las tecnologías desde mi forma de interactuar con ellas, que opinar sobre algo tan sensible. Pero me motivaron a hacerlo, la necesidad de hacer conciencia del uso real de la inteligencia artificial. No solo es una herramienta para crear imágenes bonitas, escribir copys publicitarios o alimentar algoritmos que paradójicamente, a veces solo contaminan. También puede usarse para salvar vidas, para mejorar la calidad de vida, para anticipar tragedias como la que hoy golpea a Texas.
Hace un año y medio publiqué un artículo sobre IA y medio ambiente en el XXIII Congreso Nacional de Divulgación de la Ciencia y la Técnica “La Inteligencia Artificial” en colaboración con mi compañera Karen Yoczely. En el mencionamos cómo el crowdsourcing, el monitoreo ciudadano y herramientas basadas en algoritmos ya están ayudando a detectar la calidad del agua en tiempo real, a optimizar la recolección de residuos, e incluso a prever inundaciones con ayuda de modelos predictivos en CDMX.
Y ahí están los ejemplos, como Google AI Flood Forecasting ha trabajado con gobiernos en India y Bangladesh para emitir alertas con hasta 48 horas de anticipación, salvando miles de vidas, entonces… ¿por qué no están funcionando estas herramientas en todos los lugares donde podrían evitar la pérdida de vidas humanas?
¿Falta inversión? ¿Falta voluntad política? ¿O será que seguimos viendo a la tecnología como un lujo y no como una necesidad?, la inteligencia artificial no tiene por qué ser una promesa futurista. Es una herramienta que ya existe y que como tantas veces se dice está «cambiando el mundo».
Porque si solo cambia la vida de unos cuantos, y no llega a tiempo a donde más se necesita, entonces no estamos frente a una revolución tecnológica, sino frente a un nuevo tipo de desigualdad y no se trata de crear más apps, el verdadero avance no está en lo que la tecnología puede hacer, sino en lo que decidimos hacer con ella, como bien señalan Peter Senge, Otto Scharmer, Joseph Jaworski y Betty Sue Flowers en su libro “Los 12 Principios del Siglo XXI”, que es uno de mis favoritos por su visión profunda sobre el liderazgo y el cambio social:
«El futuro depende de nuestra capacidad para crear sistemas que integren la tecnología, la naturaleza y la humanidad en un equilibrio dinámico y sostenible.»
Solo con esa visión integral podremos garantizar que la inteligencia artificial y la tecnología sean verdaderos aliados para un mundo más justo y habitable.
Por: Erick Canul Rodríguez











