Vivimos una era decisiva. En medio de la digitalización, la inteligencia artificial (IA) ha llegado a nuestras vidas como ese nuevo integrante de la oficina al que todos miran con desconfianza. Muchos la critican, otros la ignoran, y hay quienes incluso la temen. Pero muy pocos se atreven a verla como lo que realmente es: una herramienta, no un enemigo.
Hace poco leí una frase en Forbes que decía: “No te quitará el trabajo la IA, sino alguien que sepa usarla”. Y tiene toda la razón. Me recordó al pánico que causó la llegada de las computadoras décadas atrás. ¿El resultado? Hoy, nadie que no sepa usarlas es considerado competitivo. La historia se repite. La diferencia es que ahora, el cambio es más rápido y más implacable.
Pero quiero ir más allá. Esta relación que muchos tienen con la tecnología, especialmente con la IA, me recuerda a una relación tóxica. Una de esas donde se culpa al otro por todo. “La IA me va a quitar el empleo”, “esto es deshumanizante”, “las máquinas nos están reemplazando”. ¿No te suena familiar? Es como cuando decimos “me arruinó la vida”, sin aceptar que quizá fuimos nosotros quienes nos negamos a crecer, a cambiar, a aprender.
Tal vez el problema no es la IA. Tal vez el problema somos nosotros. Nos cuesta aceptar que el mundo cambia y que, en vez de adaptarnos, nos aferramos a viejas formas de hacer las cosas. Nos resistimos al nuevo lenguaje, a las nuevas dinámicas, a lo desconocido. Nos enamoramos de la queja y nos olvidamos de lo esencial: enamorarnos del problema para poder resolverlo.
La IA no vino a quitarnos, vino a potenciarnos. El que la vea como una amenaza, probablemente está huyendo de su propio estancamiento. Porque no se trata de competir contra una máquina, sino de colaborar con ella. Como en toda relación sana, se trata de aprender, de escucharse, de crecer juntos.
En una relación: al principio cuesta, hay dudas, inseguridades, miedo a perder el control. Pero con el tiempo entiendes que una buena relación no te resta, se multiplica. Que el verdadero crecimiento viene cuando dejas de pensar solo en “yo” y comienzas a pensar en “nosotros”.
En una relación sana, cada parte aporta lo mejor de sí. Tú pones creatividad, empatía, criterio, experiencia. La IA aporta velocidad, capacidad de análisis, memoria infinita. Juntos, son un equipo poderoso. Uno capaz de encontrar soluciones en minutos, de crear cosas que antes solo eran posibles con semanas de trabajo.
El error está en esperar que la IA lo haga todo por ti. Así no funciona. Como en cualquier relación, si no te involucras, si no te comunicas, si no te adaptas, se rompe. Y entonces no es culpa de la IA. Es que nunca supiste construir algo en conjunto,así que tal vez es hora de dejar de ver a la IA como ese ex tóxico que te dejó sin nada, y empezar a verla como una oportunidad para redefinir quién eres, qué haces y cómo lo haces. El cambio no es el enemigo. Negarse a cambiar, sí lo es.
POR: Erick Canul Rodríguez











