El título es extenso. Incurriendo en un error ortotipográfico lo pondremos entrecomillado para separarlo del corpus: «Lo excrementicio en “El coronel no tiene quien le escriba”, de García Márquez, y otras cavilaciones escatológicas». Un título largo y tedioso, largo como los intestinos y tedioso como la espera del coronel de la obra citada. Contrario a su largo rótulo, «Lo excrementicio» es un corto ensayo acerca de la estructura narrativa de la novela de García Márquez en la que el colombiano muestra a un viejo coronel al que la vida se le va de las manos esperando una pensión, en tanto que prepara un gallo de pelea para enfrentarlo meses más tarde. Una historia sencilla que nada le falta y nada le sobra. «Mi novela mejor lograda», habría dicho, comentando más tarde—mitad en broma, mitad en serio— que tuvo que escribir su gran obra maestra, Cien años de soledad, para que voltearan a ver aquel relato.
La novela El coronel no tiene quien le escriba empieza en la primera página con un vejete exmilitar tomando una taza de café, mientras que termina con la palabra «Mierda», dicha por él mismo justo al final de toda la obra. Comer y cagar. Principio y fin. Pero en el transcurso de la historia nos enteramos que el anciano no puede decir groserías, nunca lo ha hecho —salvo esa última que ya adelantamos—, y tampoco es capaz de escucharlas, las detesta. Sumado a ello, padece un brutal estreñimiento durante los días húmedos del año. Y aquí entra el ensayo de un servidor. «Lo excrementicio en “El coronel no tiene quien le escriba”, de García Márquez, y otras cavilaciones escatológicas» aborda el síntoma del coronel referente a su desprecio por la coprolalia, dicho de otra forma, el decir groserías. Coprolalia se compone de «copro», ‘caca’, y «lalia», ‘hablar’, es decir, «hablar caca». El cuerpo del coronel no dejaba meterla, pues no podía escucharla, pero tampoco lograba sacarla, ya que estaba negado para decirla y —debido a su estreñimiento— excretarla vía rectal. Sin embargo, al final de la novela la dice, la escucha y la excreta. «Mierda». Adiós al estreñimiento. Esa es la tesis del escrito. ¿Por qué ocurre esto? Invito al lector curioso acercarse a «Lo excrementicio».
El tema del ensayo es polémico por acercarse a eso que socialmente rehuímos con fuerza. Se nos enseña a despreciar el excremento, a eliminar cualquier rastro de él en nuestras vidas y nuestro cuerpo. «Eres una mierda», decimos para adjetivar a aquel que nada vale. «Sabe a mierda», es la frase con que describimos el sabor más inmundo, y «Me fue de la mierda», es el calificativo cuando las cosas no salieron como queríamos. Octavio Paz dijo del gran Salvador Novo que «escribía con caca», para dejar en claro la pluma malsana y cargada de rencor que poseía el excronista. Caca, mierda, palabras malditas y que sin embargo están metidas —literalmente— en nosotros, por lo que debemos sacarlas con regularidad. Hablar de los excrementos es considerado vulgar, por decir lo menos, pero ya el mismo Diógenes lo comentó cuando defecaba en medio del Ágora, ante la mirada incrédula de todos los atenienses: «Si comer en público no está mal visto, no entiendo porque sí lo está el descomer». Tal cual el ensayo «Lo excrementicio», donde el pretexto es la novela de García Márquez y su protagonista que no descome. Este ensayo intenta entablar un diálogo acerca de aquello de lo que no se habla y todos hacen. La parte final del título, «…y otras cavilaciones escatológicas», es el espacio que permite reflexionar sobre el papel de la mierda en la literatura, la religión, el arte, la ciencia, los fetiches y más.
El texto «Lo excrementicio» deja los dedos impregnados de un aroma particular, no uno maloliente, sino uno que invita a pensar sobre lo más despreciable y abyecto que poseemos: la mierda.











