El 8 de marzo nos da la oportunidad para conmemorar y reflexionar sobre los derechos y logros de las mujeres, así como para visibilizar las desigualdades y violencias que les afectan. Este día se conmemora para recordar las injusticias, violencia y abuso que han sufrido las mujeres a lo largo de los años, y para exigir que las autoridades tomen medidas efectivas para resolver los problemas que persisten.
La realidad política mexicana y tabasqueña dan muestras claras de los avances logrados por el movimiento feminista. México ha logrado después de décadas de lucha tener a la primera Presidenta; a la par, 13 mujeres encabezan las gubernaturas de los estados de Aguascalientes, Baja California, Estado de México, Campeche, Ciudad de México, Colima, Chihuahua, Guanajuato, Guerrero, Morelos, Tlaxcala, Quintana Roo y Veracruz, muchas de ellas por primera vez; de manera simultánea, en la cámara de diputados 251 de los 500 curules son ocupados por mujeres y en la de senadores 65 de de los 128 son mujeres.
Tabasco, aunque no ha tenido mujer gobernadora, actualmente tiene un Congreso paritario, integrado por 18 mujeres y 17 hombres; a nivel municipal, del periodo del 2021 al 2024, tuvo 9 mujeres encabezando ayuntamientos, mientras que en el periodo actual se mantienen únicamente 6. Es relevante también señalar, que el ayuntamiento de la capital del estado, el que administra el mayor presupuesto, es presidido por una mujer.
Las cifras anteriores son una muestra de que las mujeres de mi generación hemos ejercido nuestra ciudadanía en un contexto democrático, con un mayor reconocimiento de los derechos humanos y la creación de leyes e instituciones concebidas para garantizarlos; y aunque estamos muy lejos de lograr la sociedad igualitaria y paritaria que delinea la Constitución, es innegable el avance respecto de la realidad que vivió mi madre y es abismal respecto de lo que vivió mi abuela, quien durante la mitad de su vida ni siquiera le fue reconocido su derecho al voto.
Así, a pesar de los avances logrados, debemos recordar que la agenda feminista no se agota en la esfera política y laboral. Resulta casi paradójico que habiendo logrado colonizar espacios de poder y de toma de decisiones en el ámbito público, la situación de las mujeres mexicanas más allá de la élite política, siga estando caracterizada por la pobreza, la discriminación y los prejucios, que se traducen en menos oportunidades, mayor violencia, mayor impunidad en delitos de género, mayores obstáculos de acceso al empleo formal, etc.
La paradoja es evidente, de acuerdo con el Índice Global de Brecha de Género del Foro Económico Mundial en su edición 2024 México logró el mayor avance en el subíndice de Empoderamiento Político, colocándose en lugar 14 de 146, mientras que muestra el mayor rezago en el subíndice de Participación y Oportunidades Económicas (El estudio completo puede consultarse en: https://imco.org.mx/indice-global-de-brecha-de-genero-2024/ )
Está claro que las mujeres que ocupamos espacios públicos de poder y de toma de decisiones, debemos honrar ese privilegio y utilizar esos espacios para promover acciones, políticas y leyes que mejoren las condiciones de vida de las mujeres en su conjunto, particularmente de aquellas que se encuentran en situaciones de menor ventaja para continuar abriendo brecha, tal como lo hicieron las que estuvieron delante de nosotras en esta continua lucha feminista.
POR: Elizabeth Tapia Quiñones










